pearOS: un Linux que se acerca peligrosamente al árbol de Apple (y lo hace con una sonrisa).

Publicado el 20 de diciembre de 2025, 9:45

Hay distribuciones que nacen para cambiarlo todo. Y luego están otras que, sin tanta épica, simplemente quieren divertirse, experimentar… y rendir homenaje a una idea. pearOS pertenece claramente a este segundo grupo. No pretende revolucionar Linux, pero sí demostrar, una vez más, hasta dónde puede llegar la personalización del escritorio. Y en ese camino, no se corta un pelo en mirar directamente a Apple.

La historia tiene algo de déjà vu. pearOS es la reencarnación moderna del mítico Pear Linux, aquella distro francesa creada por David Tavares en 2011 que buscaba parecerse a Mac OS X hasta en el último píxel. Tipografías, iconos, menús, animaciones… todo estaba cuidadosamente diseñado para que, al encender el equipo, uno pensara: “espera, ¿esto no es un Mac?”. Entre 2011 y 2013 llegaron varias versiones, hasta que el proyecto fue “comprado” por una empresa anónima y, sin previo aviso, desapareció. Fin de la historia. O eso parecía.

Porque la idea nunca murió del todo.

Durante los años siguientes hubo intentos de resurrección como Pearl Linux o Clementine OS, allá por 2014, pero ninguno logró cuajar. Aun así, el concepto seguía teniendo tirón. Y más de una década después, vuelve a escena gracias a un joven desarrollador rumano llamado Alexandru Balan.

De Ubuntu y GNOME a Arch y KDE Plasma

El nuevo pearOS cambia radicalmente de base. Donde antes había Ubuntu y GNOME, ahora encontramos Arch Linux y el último KDE Plasma, concretamente Plasma 6.5.4. Esta nueva base recibe el nombre de NiceCore, y desde el primer arranque queda claro el objetivo: imitar el aspecto del macOS más reciente, concretamente el macOS 26 “Tahoe”.

Y no, no estamos hablando solo de un tema bonito aplicado por encima. Aquí hay bastante más trabajo detrás.

Lo primero que salta a la vista es la barra de menús global, totalmente funcional, con un menú de pera en la esquina superior izquierda sustituyendo al clásico menú de la manzana. Desde ahí se accede a una aplicación de configuración de una sola columna, muy al estilo de las preferencias de macOS Ventura en adelante. Visualmente, el parecido es innegable. Y sorprende.

Eso sí, no todo lo que brilla está completamente terminado.

Ambición a raudales… y algunas funciones aún verdes

Dentro de esa aplicación de configuración encontramos toda una colección de nombres y secciones que suenan descaradamente familiares: Pear Piri en lugar de Siri, Pear Intelligence, un escritorio llamado Pinder, integración con pCloud, Wallet and Pear Pay… la lista sigue. La ambición está ahí, y no se puede negar.

El problema es que muchas de estas funciones todavía no están implementadas. Al hacer clic en ellas, lo que aparece es un mensaje claro y directo: “Característica no disponible. Vuelva más tarde”. Un poco frustrante, sí, pero también honesto. Por suerte, todo esto convive con la configuración estándar de KDE, que sigue estando completamente operativa.

En cuanto al software incluido, la mezcla es curiosa. En lugar del gestor de archivos Dolphin, se utiliza GNOME Files, mientras que el resto del sistema se apoya mayoritariamente en herramientas KDE como Kate, Discover o KWrite. Flatpak viene instalado, aunque sin aplicaciones preinstaladas. El navegador por defecto es Firefox, y no hay suite ofimática lista para usar.

No es ligera, pero sí sólida

Conviene decirlo claro: pearOS no es una distro ligera. Requiere alrededor de 12 GB de espacio en disco y consume unos 1,2 GB de RAM en reposo. Nada escandaloso para un escritorio moderno, pero tampoco apto para equipos muy antiguos.

El medio de instalación ofrece una opción interesante: arrancar con los últimos controladores propietarios de Nvidia o con controladores libres. En las pruebas, usando los FOSS, fue capaz de manejar una segunda pantalla incluso conectada a una GPU sin soporte oficial. Eso sí, la instalación no siempre fue tan amable.

Un instalador que necesita cariño

Aquí llegamos a uno de los puntos más flojos del sistema. El instalador es claramente una parte inacabada. Solo permite elegir entre tres idiomas —rumano, checo e inglés— y, para colmo, no muestra ningún botón de “Siguiente” o “Continuar” de forma visible. La única manera de avanzar es usando la tecla Tab hasta que, casi por arte de magia, aparece una gran flecha hacia la derecha.

Y hay más. Al igual que ocurre con Hello System, el instalador solo permite usar un disco completo. Nada de redimensionar particiones ni dual boot sencillo. Si quieres convivir con otro sistema operativo, necesitarás otro disco físico. Incluso en máquinas con dos SSD, la interfaz se comporta de forma errática, mostrando iconos fuera de lugar. Tampoco es especialmente amigable en máquinas virtuales.

Superado ese bache, eso sí, el sistema se instala y funciona correctamente. Utiliza X11 en lugar de Wayland, y la creación del usuario se realiza tras la instalación, al estilo Fedora.

KDE, pero con un traje muy distinto

Desde el punto de vista funcional, esto es KDE en estado puro. Todo lo que esperarías de Arch está disponible, ya sea en los repositorios oficiales o en AUR. La compatibilidad es excelente, el rendimiento es sólido y el sistema responde bien.

Pero el encanto está en otro sitio. pearOS ofrece una versión de KDE diferente, cuidadosamente vestida, con una identidad visual muy marcada. Gustará o no, eso ya es subjetivo. Pero resulta refrescante ver algo distinto, especialmente en un panorama donde muchas distros tienden a parecerse entre sí.

No es perfecta. Le faltan detalles, hay secciones a medio hacer y el instalador necesita trabajo. Pero también es divertida, atrevida y sorprendentemente usable. En pleno invierno gris, al menos para quienes estamos en el hemisferio norte, se agradece encender el PC y encontrarse con algo así.

No cambiará el mundo Linux.
Pero oye… nos gusta más de lo que esperábamos.

 

Fuente: the register.com

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